Hoy es fiesta, fiesta, como cada domingo, pero de manera especial hoy, nos reunimos en torno a la mesa de la Vida, de la Fiesta, del gozo, de la salvación… cuanto significado en una única mesa… y cuanto banalizamos un encuentro de tanta profundidad, cómo el que hoy celebramos con solemnidad especial, y semana a semana vivimos con intensidad. Digo que banalizamos, porque no siempre le damos prioridad, no siempre tenemos en cuenta el verdadero y profundo significado de la misa, nos contentamos con decirnos si es más larga, si es más breve, si es divertida o no; sin caer en la cuenta de que por naturaleza, la misa no es un show, no es un entretenimiento, no es un pasatiempo. O sea que cualquiera de esas afirmaciones son un sinsentido en sí mismas. Ni la misa, ni un casamiento, ni un bautismo son eventos sociales, en ellos no cuentan las apariencias, aunque lamentablemente, en no pocas ocasiones debamos constatar que preocupa más el aparentar, entretener que celebrar la fe.
Celebrar la fiesta del CUERPO Y LA SANGRE DE JESÚS, es reconocer una PRESENCIA, Jesús mismo se hace presente en medio de nosotros; muchas presencias de Jesús son posibles y reales, pero ninguna como ésta que hoy celebramos, su Cuerpo y su Sangre, Él mismo está aquí vivo, “el que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive en mí y yo vivo en él”.
Celebrar la Eucaristía es aceptar, abrirnos a una relación de amistad, de RELACIÓN, de DIÁLOGO, de fe con Dios; en cada celebración eucarística, el Señor nos convoca, nos llama, nos invita, nos habla, nos perdona, nos enseña, nos salva!, y nosotros alabamos, agradecemos, celebramos, suplicamos, ofrecemos, contemplamos…
Cada Eucaristía es oportunidad para reconocer la HUMILDAD de Jesús, la humildad del siervo sufriente que ofrece su propia vida, la humildad y la sencillez de los dones elegidos para estar aquí presente: pan y vino. Esta presencia humilde se convierte en escuela de humildad para nosotros mismos. Si lo tomamos en serio, cada encuentro eucarístico, nos enseña y nos exige humildad a nosotros.
La Eucaristía, no es un mero conjunto de expresiones rituales y rutinarias, por el contrario, esta celebración acontece en un clima de servicio, basta que recordemos, el relato del evangelista Juan, que al ofrecernos la oportunidad de conocer la institución de la Eucaristía, nos coloca frente a Jesús que lava los pies a sus discípulos, el ambiente natural en el que se celebra cada misa es el de SERVICIO, “lo mismo que yo hice con ustedes, deben hacer”. Lavar los pies no como acto simbólico y ritual, sino como reconocimiento de la vida y la dignidad del otro, lavar los pies es amar, y por amor servir, sin romanticismos místicos, con un realismo fatal, la eucaristía nos enfrenta con la dura realidad de la injusticia, del dolor, de la muerte, y nos obliga a ofrecer la propia vida… sin discursos elocuentes, sin palabras innecesarias, con un estilo de vida y de acción, de compromiso real y decidido, separar la celebración eucarística de esta dimensión fraterna y solidaria nos hace hipócritas y mentirosos.
La Misa, es también SACRIFICIO, parece extraño, pero así es, junto al gozo festivo del encuentro, de la mesa compartida, acontece el misterio del amor más grande, la cruz, en cada misa Jesús muere por vos y por mí, Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nuestros pecados… por esto somos invitados a una experiencia que nos pide profundidad, nos pide concentración, nos pide oración y sobre todo nos pide apertura a Jesús, el Salvador.
La Eucaristía es FUENTE de nuestra vida de fe, de este encuentro brota, nace, se alimenta, crece y se sostiene la vida del creyente, es la motivación única y verdadera de todas nuestras opciones… y a su vez la Eucaristía es CULMEN, meta hacia la cual caminamos, buscamos, recibimos de Dios la participación plena en su Vida, esa es la auténtica felicidad que debemos buscar y proponer. Vivir Eucarísticamente, esa es la invitación, ese el desafío.
Hay tres palabras que ofrecen el clima adecuado para la eucaristía, son tres mandamientos radicales de parte de Jesús para nosotros:
- “Hagan” la Eucaristía no es una alternativa, sin ella no hay fe, no hay relación plena con Jesús, no hay comunidad, no hay Iglesia, no hay salvación. Celebramos la Eucaristía por mandato de Jesús.
- “ámense” es el gran mandamiento de Jesús, sin amor apasionado por el Reino, sin amor sincero en la fraternidad, en la amistad, en el cuidado mutuo, en el servicio a los demás no hay seguimiento de Jesús.
- “vayan” al culminar cada celebración eucarística, se nos recuerda nuestra calidad de enviados, enviados para prolongar en la vida cotidiana el misterio de amor que aquí celebramos, esto es la misión; de esta experiencia de fe salimos enviados a vivir la misión de Jesús.
La Iglesia nos recuerda, especialmente en esta fiesta, que somos llamados a adorar y agradecer la presencia viva de Jesucristo en medio de nosotros: que cada misa, cada visita al Santísimo Sacramento, cada momento de adoración sean de nuestra parte alabanza y acción de gracias a Dios que vive aquí.
Cuidemos y cultivemos nuestra relación con Jesucristo Pan de Vida, para no morir en los intentos tímidos que podremos encaminar con nuestras únicas fuerzas.
Bendito sea Jesucristo en el Santísimo sacramento del altar.
P. Leonardo Rodríguez
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